domingo, 2 de noviembre de 2014

Indiferencia es complicidad

Hay quienes dicen que soy demasiado sensible, algunos como crítica, otros como virtud. Como todo en la vida, tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. ¿Qué pienso yo? Que a veces, muy frecuentemente, es desgastante pero, en el fondo, agradezco ser así. Lo agradezco porque me permite no ser indiferente, porque me hace no quedarme callada frente a lo que veo alrededor, mal que, desgraciadamente, abunda en nuestras preciadas sociedades individualistas. Veo con tristeza como a mucha gente no le importa absolutamente nada de lo que no le afecta directamente. Veo como muchos miran para otro lado. 
Desde México nos llega la triste noticia de la desaparición de 43 estudiantes, que se suma a la desaparición de tantos más y muchos ni se inmutan. Aparecen a cada rato fosas comunes llenas de personas, sí, personas que ahora son cadáveres, muchos de los cuales ni siquiera serán identificados. Pensamos en el indiscutible horror de la Segunda Guerra Mundial (así, con mayúsculas) pero de esto, ni mu. 
Asisto, con la más profunda de las angustias, con la incontenible bronca que me rebalsa, a la  noticia de la
aparición del cuerpo sin vida de Luciano Arruga enterrado impunemente como NN y que ahora nos pretenden hacer creer que su fallecimiento fue, pura y exclusivamente, culpa de un accidente vial. Con un escalofrío que me recorre desde el talón a la nuca, leo sobre la aparición del cuerpo, también sin vida, de Franco Casco, flotando en el Río Paraná, de cuya desaparición tantos ni siquiera estarán enterados. Estos hechos horribles (y cuántos más habrá que no logran superar el cerco mediático) no pueden más que recordarme a los más oscuros años de nuestro país, a esas terribles prácticas que tantos compañeros lucharon por erradicar y que, desgraciadamente, no consiguieron. Sí consiguieron, felizmente, que no sea en la brutal cantidad que antes ocurría. Pero aún hoy, somos víctimas de la mafia policial que opera bajo la más absoluta impunidad. ¿Y cómo podría eso no causarme la tristeza que me causa? Hoy veo como a muchos les importa más irse de joda, comprar compulsivamente, estar tranquilos en el mundo de la indiferencia. Porque no, no digo que todos seamos mártires. Todos merecemos disfrutar pero podemos encontrar un punto medio en el cual no sólo nos preocupemos por nosotros. Porque a veces, el silencio es complicidad, porque las cosas no cambian solas. Porque no sólo hay que quejarse y gritar cuando nos tocan a nosotros, por fácil que parezca achacar todos los males de nuestra sociedad a "los negros de mierda". Porque para eso sí se escucha a algunos, sólo para eso, para quejarse de los robos, jamás para quejarse de las instituciones (o sí cuando se trata de la puerta giratoria de las comisarías), porque más fácil es individualizar el conflicto. Más fácil es comerse el verso de que la culpa la tienen lo extranjeros, y que todo se resolverá deportándolos. Mientras, la mafia crece, mientras, el poder crece en la más absoluta desidia social, porque cada vez que miramos para otro lado y callamos, cada vez que sólo nos miramos el ombligo, los responsables políticos por la miseria y la pobreza se enriquecen y se ríen de cómo lograron desviar el eje del problema. Cada vez que ignoramos lo que le pasa a los pibes como Luciano y Franco, que no pudieron comprarse un lugar en el
discurso de la clase media por ser pobres, dejamos que todo empeore. Lamento la indignación que escucho en algunos frente a la "inseguridad", concepto completamente arraigado (gracias al poder mediático) a los robos y muertes cuando "la gente bien" es afectada. Porque nunca se habla de inseguridad cuando los pibes desaparecen en manos de la policía, porque no es inseguridad cuando ellos son torturados, porque no es inseguridad cuando los pobres mueren bajo las manos sucias de los narcos y transas. No, la inseguridad es para la clase media/alta blanca. Esa indignación no aparece frente a las tristes noticias que recibimos en las últimas semanas, porque algunos sólo se preocupan frente a sus cosas y, como no son ni morochos ni pobres, jamás deberán enfrentar a la policía ni a la estigmatización mediática y social. Se indignan frente a la "inseguridad" sólo porque a ellos puede tocarles. 
Así que agradezco ser sensible, agradezco a mis viejos que con paciencia y constancia me enseñaron que cuando hay quienes no tienen voz, nosotros debemos hablar por ellos. 

Ya lo dijo Bretch:

"Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista. Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío.
Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante.
Luego vinieron por los estudiantes, y yo no me preocupe, pues era parte del sistema.
Luego vinieron por los periodistas, y yo me quedé callado, pues no me interesaba enterarme de nada.
Luego vinieron por los homosexuales y yo ni siquiera quise enterarme, pues soy heterosexual.
Luego vinieron por los negros, pero como soy blanco, tampoco hice nada.
Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie al que le importara ni que quisiera hacer nada por mí."

lunes, 20 de octubre de 2014

El mundo del revés



El mundo del revés no es aquel en el que los peces vuelan, no es aquel en el los gatos dicen yes, no es aquel que desafía las leyes de la física (lamentablemente), no es aquel en el que dos y dos son tres. En el mundo del revés dos y dos son cuatro y tener plata es lo que importa. En el mundo del revés importa más lo individual que lo colectivo, cada uno cuida su ranchito y sólo protesta cuando le tocan lo suyo. En el mundo del revés el que no enloquece por comprar ropa nueva es raro, el que no quiere gastar cuatro lucas en un celular es raro, es más, es rata.  En el mundo del revés el que elige no tomarse un taxi, aunque lo pueda pagar, y usar el transporte público es raro y rata.  En el mundo del revés tener una relación abierta es extrañísimo, es amoral, pero mentirle a tu pareja es lo lógico y natural. En el mundo del revés ser gay es amoral pero discriminar es natural. En el mundo del revés la sinceridad no importa, la honestidad no importa, la integridad no importa, la humildad no importa. En el mundo del revés importa el consumo, importa el ego, importa la comodidad. El mundo del revés es aquel de la extrañeza para con el otro, es aquel del prejuicio. ¿En qué momento nos pareció que esto era lo lógico?
Yo, claro está, no querría un mundo del derecho, porque qué horror sería eso, pero quisiera un mundo sin lados, sin normales y sin raros, sin correctos e incorrectos. Mejor sería un mundo sin formas establecidas, sin imposiciones incuestionables. Y lo que nos toca a los que percibimos la hipocresía del mundo en que vivimos es subvertir el derecho y el revés para, de una vez por todas, crear nuestras propias normas.   

jueves, 25 de septiembre de 2014

Patriarcalismo y patetismo

En los últimos días nos topamos una vez más con una noticia escabrosa: la muerte de Melina Romero. El caso ya tomó público conocimiento y no es mi intención ahondar en los horrorosos detalles del crimen sino reflexionar sobre algunos puntos de la cuestión, como-por suerte- ya lo han hecho otros. Cito una frase por demás acertada del ensayo que se publicó en la Revista Anfibia: "vivimos en sociedades que enseñan a las niñas a no ser violadas en lugar de enseñar a los varones a no ser violadores."(http://revistaanfibia.com/ensayo/la-mala-victima/)  Dicho y hecho. La sociedad patriarcal en la que vivimos asume que la mujer se debe comportar de determinada manera: ser recatada, es decir "no vestirse como puta", no "actuar como puta" pero tampoco ser una "frígida". Cuando una mujer está con mala actitud es que "es una malcogida". Las mujeres que son feministas seguramente serán lesbianas resentidas. Hay que afrontarlo, estamos en el siglo XXI, más específicamente en el 2014, y aún hoy debemos enfrentarnos a categorizaciones horriblemente burdas, discriminatorias y subyugantes. Cuando la mujer se valora, asusta. Cuando se defiende, asusta. Cuando se vale por sí misma, asusta. Cuando disfruta su sexualidad, asusta. 
El tratamiento que se dio de parte de muchos medios al caso de Melina es prueba cabal de que aún faltan años para que las mujeres sean tratadas con equidad frente al tratamiento que reciben los hombres. Para Melina, la situación fue aún peor: era pobre. Y ser mujer y pobre te convierte en un ser doblemente estigmatizado. No sólo era pobre, era mujer. No sólo era mujer, era pobre.  Uno de los medios que se destacó por su patético tratamiento fue Clarín, como señalaron correctamente los profesores de Melina. La nota es miserable, es misógina y es elitista. Cuando la leí, días atrás, aún no sabía que se trataba de una joven desaparecida por lo que me espantó encontrarme con que su desaparición gracias si se mencionaba dentro de toda una amplia descripción que mostraba cómo su vida "no tenía rumbo". Ante todo, estamos hablando de una chica de 17 años, ¿cómo podemos decir que la vida de alguien no tiene rumbo a esa edad?. Pero eso no es lo peor, no. Lo que se destaca es que no trabaja, no estudia, sale todo el tiempo, es RRPP de un boliche "para no pagar", tiene amigos más grandes, tiene piercings, vive en una casa humilde...y algunas cuantas cosas más. Todos esos datos son los que se desarrollan en la basura de nota que decidieron titular "Una fanática de los boliches, que abandonó la secundaria", como si eso fuera lo que importara. Como si el detalle nimio de su desaparición no importara nada, porque ¿qué importa la vida de una mujer pobre que seguramente se buscó su suerte?. Porque lo que esconde toda esa caracterización exhaustiva del estilo de vida censurable -a su modo de ver- es eso, que, en definitiva, era esperable que pudiera desaparecer, que "se lo buscó". De más está decir que la vida de Melina no era tan distinta a la de cualquier adolescente, ¿quién me puede decir con total honestidad que no fue a bailar de noche hasta los 18? Seguramente muy pocos. Yo, por mi parte, lo hacía. Yo tengo piercings, y me hice el primero a los 15 años, ¿eso me volvería responsable si algo me sucediera? ¿Por qué debo tener un aspecto pulcro para merecer ser una víctima lamentable y no una víctima bastardeada? El hecho de que una mujer sea violada es nefasto en cualquier circunstancia, se ponga lo que se ponga, se comporte como se comporte. Jamás lo merece. Una mujer, como cualquiera, debería poder comportarse y vestirse como se le diera la puta gana sin ser cuestionada por esta sociedad machista que asume que debemos usar pollera -pero no demasiado corta-, remeras que dejen ver que somos mujeres-pero no demasiado escotadas-, tacos -pero bien combinados, para no "parecer puta"-y maquillaje -pero no excesivo. Porque sino te arreglás sos una dejada pero si andas medio en pelotas y maquillada como una trola y bueno, qué esperas que te pase. 
Que Melina abandonara el colegio es un hecho no tan extraño teniendo en cuenta su difícil situación familiar, en vez de estigmatizarla por hacer algo que muchos adolescentes quisieran hacer -porque, lo lógico es que uno, siendo adolescente, no piense en la importancia de tener una educación de la misma manera que un adulto-hubiera sido deseable que se produjera una reflexión sobre la importancia de la contención social para los jóvenes y, aún más, sobre el alarmante número de muertes de mujeres que existe en nuestro país. 
Pero no, más importante fue contar todo lo malo que hacía Melina. Como si eso justificara el crimen. Como si el comportamiento de una mujer justificara su abuso, su muerte. 
Lo importante no es que la mujer se comporte "bien" sino que el hombre entienda que la mujer no es un objeto para su satisfacción cuando él lo desee. El censurable es el victimario, no la víctima. La importancia de la víctima no debería ser en relación ni a su sexo ni a su estrato social -porque como bien señala la Revista Anfibia, otro tratamiento fue el que mereció Ángeles, una chica clase media de Palermo. Los medios de comunicación tienen una importancia social frente a la cual deberían actuar con responsabilidad, son partes de la sociedad civil que podrían fomentar la igualdad y la reflexión pero, lógicamente, trabajan en función del sistema que los sostiene, apañan el machismo, la violencia y la discriminación.

domingo, 14 de septiembre de 2014

Zapateando



Esa tarde iba un poco ensimismada, pensando en el mundo, la vida…o sea, la nada misma. Tampoco era tan raro, a menudo me encuentro a mí misma pensando sobre la inmortalidad del cangrejo. Pienso, divago. De más está decir que no suelo llegar a conclusiones extraordinarias, es por el mero hecho de pensar. Ese día, como tantos otros, pensaba en cómo tomamos por obvias tantas cosas. Las tomamos por dadas, y pienso que hasta ahora mucho resultado no nos dio. Aparentemente, hay cosas que son indudables. Bueno, pero ¿debería ser así? Claro, yo digo que no me gustaría tener hijos (ni ahora ni a futuro, aunque uno nunca sabe) y la gente me mira como bicho raro. Digo que no sé si quiero traer una persona a este mundo que, desde donde se mire, es injusto, además de que no me mueve un pelo de interés el tener que ocuparme de cosas tipo “colegio”, que para algo ya terminé, y parezco una loca. ¿Será que es obligatorio querer un modelo de familia x? Y claro, si es lo que nos viene de arriba. Y cuando digo que un tiempo tuve una relación abierta con mi pareja y si fuera por mí la seguiría teniendo, ufff, ahí parece que fuera el anticristo. Nadie puede plantearse si tal o cual cosa es lo que quieren o es que recibieron esos modelos de vida y comportamiento y sencillamente los están continuando sin cuestionamiento alguno. ¿No habría que dudar más o, al menos, problematizar lo que nos dicen y enseñan?
En esas andaba, como de costumbre, cuando vi algo en el piso que me llamó la atención. Raro, porque cuando estoy con esas cuestiones existenciales no me percato ni de por dónde voy, ni de si la calle se está prendiendo fuego. Un buen día me van a atropellar, sí. Pero ahí estaba, un zapato. Sí, un zapato, así solito como quien no quiere la cosa. Era un zapato de taco, de esos que uso cada muerte de obispo porque no puedo entender que las mujeres por propia voluntad (aunque detrás, como todos sabemos, está el condicionamiento social) se hagan eso a sí mismas. Yo me llevo bien con las botas con un taco sutil, es decir, el que se debe usar para no destrozarse la columna. Pero no, el 90% de las mujeres insisten en ponerse tacos que bien podrían pulverizarles los tendones. Este era un zapato de este estilo. Sin saber bien porqué, me lo llevé. No sé, me llamaba la atención. Ya en casa lo puse sobre la mesa y lo miré. Lo miré y lo miré como si quisiera decomponerlo en moléculas. En ese momento pensé que porqué si dudo de todas las normas sociales que me fueron dadas no dudo de lo mas básico. ¿Y si ese zapato no existía? ¿yo cómo sabía que todo eso era real?. Cuanto más lo miraba más me daba una sensación de extrañeza, y todo eso me parecía un poco un sueño. En un sueño podía ser muy lógico encontrarte un zapato por la calle y llevártelo, pero no era lo propio de mi vida real. Bueh, “mi vida real”, “¿y yo cómo voy a saber si mi vida es real o no? Por todo lo que sé, mis sentidos bien podrían estar engañándome, bien podría estar soñando y despertarme en cualquier momento”, pensaba. Al fin y al cabo los sueños nos parecen igual de reales en el momento. Todo esto disparado por un bendito zapato. Está bien, yo ya venía con el ánimo preparado para los divagues existenciales pero semejante cosa, ya de dudar de lo que tengo en frente, nunca me había pasado. Evidentemente por lo que sentía no podía estar segura, “pero al menos estoy pensando”, me decía, “y si estoy pensando el zapato entonces el zapato debe existir”. 
Por suerte, al rato recibí un llamado. Pablo, mi fiel cómplice en asuntos de la metafísica. A casi cualquier persona todo esto le parecería una estupidez o delirio de intelectualoide, pero Pablo entendía. Y, para mejor, me llamaba para ver si nos juntábamos con Gabi esa tarde. Me vino como anillo al dedo. Gabi era la tercera mosquetera de la filosofía casera. 
Un par de horas más tarde estaba en el café de siempre, esperándolos, zapato en mano. Unos minutos después estábamos los tres. Sin mucho miramiento, tras haber pedido una cerveza, pasé al tema que me aquejaba, que además era ineludible ya que el objeto estaba en el medio de la mesa esperando que alguien explicara su presencia.
Les conté toda la secuencia, y los pensamientos que me había generado. No es que pretendiera resolver nada, sencillamente quería compartirles lo que un simple objeto había generado para empezar una de esas maratónicas discusiones que teníamos cada vez que nos juntábamos. Pablo, después de escucharme divagar atentamente, sentenció: 
-Tu problema es que ves al zapato como externo, como algo ajeno. Bueno, como ves todo. Por eso vivís angustiada, todo para vos está más allá y buscas entenderlo, pensarlo. ¿Y a vos quién te dijo que las cosas no tienen nada que ver con nosotros, o que nos relacionamos con ellas sólo por pensarlas?-. 
Lo miré un poco desconfiada, Pablo últimamente venía con ese vicio posmoderno de la meditación, el yoga y yo que sé cuánto y se regodeaba dándome lecciones de cómo vivir mejor. Cortante, lo interrumpí: 
-Ya sabía que me ibas a salir con eso, y qué, ¿me vas a decir que te sentís uno sólo con tu celular ahora? Dale, Pablo, que en este mundo capitalista no se puede ser budista, con versito y todo te lo digo-.
-Bueno, no sé si tanto, sé que en esta sociedad y habiéndonos criado así cuesta, pero a lo mejor deberíamos tratar de pensar lo que nos excede un poco menos como objetos y un poco más como parte nuestra. Seguramente así terminaríamos siendo un poco más afectuosos con el medio ambiente y lo que nos rodea-. 
Gabi, que hasta ahora sólo nos miraba, saltó: 
-A mí me inquieta más pensar cómo llegó ahí, seguramente alguna historia hay detrás. Capaz eso que te generó tiene que ver con la persona que lo tuvo, como que le dejó algo impreso. No sé, un halo de afectividad, si se quiere. Habría que ver un poco más el contexto, a vos este zapato te generó todo esto porque ya venías, como siempre, medio mambeada con el ser y todo eso, por ahí para la “dueña”, en realidad probablemente, tenía otro significado. Y habría que ver la situación, porque esa persona está relacionada con su entorno…es una parte de todo un sistema-.
-Bueno, ya eso me parece un poco mejor, Gabi, porque estás viendo no sólo al objeto, sino que estás tratando de entender un poco el todo. Igual me parece que lo seguís viendo como algo externo, para mí esto es un Todo, no sé si hay que tenerlo como algo aparte, al margen, si en definitiva todos somos parte de este mundo, todos y todo. Es como una gran cosa indiferenciada. No sé si deberíamos hacer tanta distinción entre exterior e interior, no sé…¿importa tanto esa diferencia?-.
-Bueno, claro, es todo un sistema y no somos sujetos individuales, bah, sí, pero parte de un sistema, no podemos negarlo, y hay que ver qué era este zapato en éste. Acá tenemos un extracto de ese sistema que nos podría dar una referencia de algo más amplio-.
-Está bien, no digo que no sea válido lo que plantean, aunque Pablo ya sabés que esa versión tan feliz y conciliadora con lo exterior me parece muy linda pero utópica (y por ende, un tanto impracticable), pero acá los que estamos somos nosotros y en definitiva somos los que estamos pensando todo esto, y no veo como podemos acceder al contexto, porque no podemos dar con quién lo perdió así no sea poniendo carteles por la zona al estilo “se busca” o “zapato perdido busca a su dueño desesperadamente”, y dudo seriamente que alguien responda a dicho anuncio. Lo que sí podemos hacer es pensarlo nosotros…y tampoco me veo muy próxima a sentir este zapato como parte de mí, con el cual no tengo nada que ver, ni tengo ningún afecto por él, pero que por uno de esos gajes del destino me crucé, tal vez como una forma de Dios para que yo pueda probarme a mí misma que existo así sea sólo porque puedo pensar todas estas cosas-.
-No me vas a decir que siendo tan escéptica y afecta a privilegiar tu cerebro por sobre tus sentidos te creés que DIOS te puso esto en el camino…-
-Ya sabés cómo soy Gabi, me las doy de moderna y progre y a veces me saltan estas dudas, hasta hipótesis te diría…no sé, pienso que por ahí todo está un poco más reglado de lo que creo. Mirá no sé si fue casualidad, lo puso un ente superior o qué, lo que sé es que me crucé con esto y acá estoy, discutiéndolo, pensándolo con ustedes y, en definitiva, lo que importa es eso, que puedo pensarlo.- 
-Pero yo no puedo dejar de pensar en que esto forma parte de algo más, que es parte de un sistema, que tendríamos que saber el contexto, que no podemos quedarnos sólo con el objeto en sí-.
-Es que ES parte de un sistema, de un Todo, esto, vos y yo, somos un todo. Nosotros estamos en comunión con él, YO estoy en comunión él. No puedo verlo de otra forma, es como que estamos fusionados, esto no es un zapato sin más, seguramente también tiene un “espíritu”, por decirlo de algún modo…-
Así siguió y siguió la charla unas cuantas horas, hasta que prácticamente ardieron las velas. Lo que acá repongo es un fragmento prácticamente textual, porque yo para estas cosas tengo una memoria cuasi eidética, que me permite recordar cómo fue un intercambio sobre los zapallos y su esencia, o bien, sobre un zapato de taco. La realidad, es que esa noche me volví con el susodicho y mi cabeza estallando de ideas e hipótesis pero ninguna cosa clara, o tal vez sí, aunque sólo fuera el hecho (y la tranquilidad) de que existo porque puedo pensar en todo esto, si bien no es nada muy relevante para el destino de la humanidad. 


Una semana después, deshice mis pasos y reconstruí el camino que había hecho con el zapato, hasta dar con el punto exacto en el cual lo había encontrado. Miré para todos lados y saqué el zapato de mi morral, atenta a la posible aparición de alguien. Nadie llegó. Dejé el zapato en la misma posición que lo había encontrado, acostado, y me fui sin mirar atrás confiando en que otra persona se tropezara con él.

viernes, 8 de agosto de 2014

Tres tristes tigres



Tres tigres aguardaban por una presa. El primero, de tanta hambre que sentía, esperaba agazapado, ansioso, el avistaje de algún animal que por allí se acercara. El segundo sabía que, como tigre, se esperaba que cazara y que, eventualmente, le daría hambre, por lo que aguardaba pero con poca expectativa. Por otra parte, él quería, fervientemente, ser como su hermano. El tercero no sentía ningún interés, tan sólo acompañaba a los otros dos. Tal era su letargo que sus ojos se entrecerraban.
Unos cuantos metros más allá una liebre exultante decidía salir a dar saltos por los pastizales, aprovechando la mañana de sol radiante que hacía. Tan enfrascada y divertida se encontraba que no vio que se acercaba a los tres tigres. En su ser todo era inmediatez, ni por un momento percibió el gris destino que se avecinaba.
El primer tigre la vio rápidamente y comenzó a calcular sus movimientos. El segundo, al ver que el primero se preparaba, lo imitó. El primero se relamía pero, siendo aún inexperto en asuntos de caza, no se animaba a proceder. Sabía de la expectativa de todo su clan y temía defraudarlos. El segundo, como lo admiraba mucho, jamás osaría tomar la iniciativa, eso correspondía pura y exclusivamente al primero. El tercero aún ni se percataba de la presencia disruptiva del pequeño mamífero, tan sólo notaba un movimiento a su lado pero pensaba que sería de pura ansiedad de sus hermanos.
Entre tanto la liebre, feliz, seguía su camino. Saltaba y saltaba, como si nada más existiera.
Eventualmente, el tercer tigre vio a la liebre. Pero nada de lo que se suponía que debía ocurrirle ocurrió. No sintió ningún deseo de acercarse a ella, ningún impulso de despedazarla y saborear su carne. Ninguno en absoluto. No sólo eso sino que sintió que jamás había visto alto tan bello, algo tan simple. La felicidad pura, allí frente a él. Era la primera vez que lograba salir de ese letargo que creía infinito. Una lágrima rodó por su rostro sin que siquiera lo notara. Pero en ese momento, en el breve instante que pasó entre que la lágrima salió de su ojo para finalmente tocar el piso, el primer tigre se abalanzó seguido, por supuesto, de su hermano, ese que en todo lo imitaba. Él quiso cerrar sus ojos pero no pudo, simplemente no pudo. Y mientras la sangrienta escena se desarrollaba frente a él, inmóvil, supo –aunque todos crean que los animales no razonan- que jamás sería el mismo.

miércoles, 16 de julio de 2014

Memorias del suicida

El suicida piensa así, siempre con la alternativa en puertas. El suicida no tolera el fracaso, por eso la más nimia falla puede resucitar la idea, porque una vez que la idea germinó siempre está latente. Pero la nimiedad sólo puede impulsar la idea, no el acto. Para eso hace falta más, porque en verdad el suicida tiene miedo, sino ya se habría suicidado o, al menos, lo intentaría una y otra vez. El suicida tiene miedo de la vastedad, de la inmensidad de la muerte, del no saber. Por eso vive con la idea que lo carcome desde adentro, sin poder llevarla a cabo. En un punto es tranquilizador, en un punto angustiante. Lo que lo angustia es no poder tener la vida que quiere pero no encontrar solución mejor que esa, lo angustia no saber pedir ayuda y tener que recurrir a la dramática decisión. Lo angustia sentir que no lo van a entender, que lo van a juzgar. La tranquilidad es la otra cara de la moneda, el saber que existe esa última alternativa cuando la angustia se convierta en él.
El suicida puede ser de dos maneras, mostrar a las claras con sus actitudes que es un suicida potencial o disimularlo, armarse una pantalla que sólo deje ver un lado de él, ese lado que sí quiere vivir. Por momentos su otro lado se filtra, es inevitable, pero hará todo lo posible por soslayarlo para que nadie perciba la idea que lentamente va creciendo en él.

El suicida vive en lucha permanente, todo se reduce a quién la gana. 

martes, 8 de julio de 2014

La eterna espera

Un día se levantó y fue a una esquina. No una cualquiera, una esquina específica. No la más linda, no la más vistosa. A simple vista nadie diría que fuera una esquina especial. Pero, tal y como decía Antoine, lo esencial es invisible a los ojos. Ni bien se paró en esa esquinita se sintió como un cronopio…“un dibujo fuera del margen” era, ¿no? Sí, esa descripción tenía algo. Y ahí estaba, como un cronopio, esperando no sabía muy bien qué, pecando de idealismo, ese idealismo que siempre se esforzaba tanto por tapar, por ahogar. Y estrangulando su idealismo se volvía tan racional que también le molestaba. Ese día decidió que no, que esta vez el miedo no lo iba a paralizar. Porque ahí, bien en el fondo, sabía que racionalizaba para sentirse seguro. La noche anterior, en sueños, lo había visto clarito: México y Combate de los Pozos. Sí, nítidamente, pero nada más. Sólo esa esquina. No sabía porqué estaba ahí, no le importaba, sabía con certeza que cuando pasara lo que tenía que pasar iba ser claro que eso era lo que estaba esperando. Como el escritor que va creando un relato sin saber cómo va a terminar, con la conciencia de que, cuando llegue el momento, la conclusión va a aparecer, casi como por arte de magia.
Los minutos transcurrían. Esperaba. Las personas pasaban. Lo miraban. Al rato, la inseguridad ya empezaba a asestarlo como una lanza filosa que se va clavando lentamente, perforando despacio, desgarrando. Y después de la inseguridad, la ansiedad. O las dos cosas juntas. Nunca sabía cómo manejarla. Una y otra vez le daba batalla y una y otra vez la perdía. La ansiedad era él, como el zapallo que se hizo cosmos cubría cada fibra de su ser, lo ocupaba, lo dominaba.

A menudo pensaba que la vida te puede cambiar en un instante, pero luego se sacudía esas ideas y pensaba que la vida no cambia, o al menos no como en las series y películas. Los cambios no son abruptos ni tan emocionantes, al menos no los cambios buenos. Eso lo deprimía, pensar en ese continuo infinito, en los días que transcurren sin ningún sobresalto, sin ninguna emoción. Y ahí, la ansiedad. ¿Será por eso que estaba allí? Por esa pequeña, diminuta ilusión de algo inesperado. La espera de algo sorpresivo, de algo distinto que lo hiciera salir de ese letargo. Y en ese momento, en ese preciso instante, lo vio. Ahí estaba, pasando frente a sus ojos, ¿cómo lo sabía? No tenía idea, pero lo sabía. Sabía que eso, en la esquina de enfrente, eso era su distinto, su cambio, su inesperado. No lo pensó más, no fuera cosa de que se le escapara de las manos como el agua. Puso un pie en el cordón, y avanzó.

martes, 1 de abril de 2014

Despacito, despacito

Hay que tener cuidado. Hay que tener cuidado porque, de repente, te podés mirar a vos mismo y darte cuenta que te convertiste en un derechoso, en un intento de facista del tercer mundo. Va pasando de a poco, es paulatino, como todo cambio. De a poquito, de a poquito, vas cambiando casi sin darte cuenta. Un día conseguiste un mejor laburo, nunca te faltó nada, no, pero tampoco te sobraba. Y ahora, de golpe, te sobra. Es fruto de tu trabajo, sí, eso nadie lo discute -porque hay otros que ni trabajan y les sobra, eso sí, porque tuvieron la gracia de nacer bien acomodados-, pero te sobra. Y como te sobra te comprás cosas lindas, que es todo tu derecho, te comprás cosas lindas y te encariñás. Y de repente te vas alejando, paso a paso, de aquel que eras, de aquel que recordaba la humildad, el que recordaba lo que es tener lo necesario y punto. Y a medida que pasa el tiempo te olvidás de esas ideas que tenías, de esas ideas de que en el fondo todos somos iguales, de que algunos tuvieron la mala suerte de nacer en un lugar desprovisto de oportunidades. Te olvidás de lo que te dolía ver a otros estigmatizados, porque ahora que sos un pibe educado sabés lo que quiere decir "estigmatizar". Y de a poco te va importando cada vez más lo que tenés y cada vez menos los demás. Te vas justificando con el saber popular de que todo lo que tenés lo merecés y si tenés lo que merecés, ¿no será que los pobres tienen lo que merecen? Tu círculo nuevo festeja tus ideas de la vieja escuela, y en su festejo encontrás tu reafirmación. Y ahí fue otro paso que diste. 
Ya pasaron años, años de lejanía con aquello que creías, aquello de comprender el contexto social. ¿Por qué no podés vivir tranquilo en tu linda casa y con tus lindas cosas? Rodeado de gente que te dio apoyo y cariño. ¿Por qué antes te obligabas a pensar en todos esos pibes que no tuvieron la contención que vos tuviste? Si no es tu responsabilidad. No, no es tu responsabilidad, es del Estado, porque vos sos un simple individuo, no sos el Estado. Y, como puede ponerte en un aprieto, elegís no pensar qué corno es el Estado.
Ahora ya tenés una posición consolidada, lejos de aquellos paisajes feos y sucios porque, ¿por qué tenés que contaminar tu vista con la suciedad ajena? Vos querés vivir bien. Hoy ya no te importa si es justo o no, tenés lo que tenés y las cosas son como son y para el que no funcionan, bueno, mala suerte. Si a vos no te regalaron nada, ¿porque tenés que regalarle con tus impuestos -no importa si casi toda tu vida el Estado te subsidió las tarifas- educación y salud a los que no tienen?¿Qué hicieron ellos a caso?¿A vos te regalaron algo?.
Y un día, un día te quieren tocar eso que para vos es tan preciado, tu billetera. Ah, no, todo tiene un límite. ¿TU BILLETERA?¿pero cómo se van a meter con algo tan tuyo? No, ya estás cansado de ver en la televisión asaltos, estás cansado de ver que entren por una puerta y salgan por otra. En otros tiempos tal vez te hubieras detenido a pensar que correspondería a las instituciones darte una respuesta y los mandatarios a quienes, en ese entonces -porque ahora ya casi que no te importa- habías elegido con la esperanza de que bregaran por una sociedad más equitativa, que de una vez y por todas se ocuparan del hambre y la pobreza, porque en ese entonces te dabas cuenta que esa era la única posibilidad para vivir tranquilo. Que todos vivieran con salud y educación. En ese momento hubieras pensado que correspondía reclamar a los representantes del voto popular que se ocuparan de mejorar las instituciones y los poderes, para que todo no fuera una joda. Porque en ese momento todavía recordabas, además de los robos, los abusos de poder, los secuestros por parte de las fuerzas de seguridad, y tantas otras cosas más. Pero hoy no, hoy pensás que no tiene sentido reclamar, que igual todo va a seguir así, y que ese que te tocó tu hermosa billetera mañana te puede robar la nueva que hayas adquirido, o robarle a tu hermana. Y entonces decidís hacer la única cosa que crees posible y que, además, crees que es tu derecho absoluto: matarlo a patadas.


Escribo esto con mucho dolor por los acontecimientos que ocurrieron estos días, con dolor por los ataques y por ver la justificación de gran parte de la sociedad. Con el dolor de ver que para algunos la vida no vale nada. Con el dolor de ver que la sociedad se disgregue. Está en nosotros mejorar esta sociedad, está en nosotros reclamar y denunciar, reclamar justicia y reclamar instituciones transparentes y al servicio del pueblo y no de la guita. Pero no está en nosotros, jamás, el dar cuenta de una vida, sea la de quien sea.

domingo, 30 de marzo de 2014

Cinco años sin Luciano

Pasa el tiempo y no pasa nada. Comparto la carta abierta de Vanesa Orieta (hermana de Luciano) a Luciano:


"CARTA ABIERTA A LUCIANO"

* Por Vanesa Orieta 

Cuando a los 45 días de tu desaparición alguien se decide a hablar y me cuenta que habías sido detenido y golpeado, que te habían visto prácticamente muerto en el ex destacamento policial de Lomas del Mirador, no me sorprendió lo que decía quien luego se convertiría en testigo de identidad reservada, y acto seguido, en un testigo atemorizado por las amenazas. Una vez terminado el relato corrimos con la petisa, las dos entramos a esa casa inaugurada como destacamento en el 2007. Nos atendió Herrera y nos invitó a entrar a su oficina. Sin poder controlarme, lo primero que salió de mi boca fue: “Devuélvanme a mi hermano, sé que ustedes lo detuvieron y lo golpearon, devuélvanmelo ahora porque los voy a hacer mierda”. Después de algunos cruces de palabras, nos dejó en su oficina. Sobre el escritorio quedaría un arma y dos balas. Con la petisa nos miramos y sin decir una palabra entendimos todo, supimos que ellos no iban a devolverte, y que el camino por justicia a partir de ese momento lo construiríamos nosotros, tus familiares y amigos.

La justicia que tiene oficinas, fiscales y jueces, en esta causa nunca existió. Durante los primeros 45 días exigíamos a la fiscal Roxana Castelli que investigara a la Bonaerense, pero le otorgó la investigación del caso a ese organismo. Vendría el escondimiento de pruebas, las amenazas a testigos, a tu familia y amigos, y por qué no, el ocultamiento definitivo de tu cuerpo. Así, nos alejábamos de la verdad. Mientras tanto, seguíamos golpeando puertas de funcionarios que lejos de entender este caso como hecho grave de violencia institucional, se preocupaban por distinguir cuán opositora podía ser yo. Más opositora tu hermana, más se iban deshumanizando, convirtiéndose en los peores opositores a la memoria, la verdad y la justicia.

Las visitas a las oficinas de funcionarios políticos y judiciales con poder de decisión, sólo endurecerían mi mensaje a favor de la vida y en defensa de los derechos humanos de pibes y pibas de los barrios humildes como vos. Escuchar una verdad que se pretende invisibilizar molestaría a “militantes”, doctores y licenciados. Hablar de tu causa como ejemplo de una problemática terminaría con nosotros echados, ninguneados, discriminados, maltratados y todos los “ados” que se imaginen. Nos tuvimos que hacer fuertes en la discusión, levantar la mirada, hablar con firmeza y exigir nuestro derecho como víctimas sin sentir que nos estaban haciendo ningún favor, sin sentirnos opositores, sin sentir cómo pretendían hacernos creer que denunciando esta causa, jugábamos para la derecha. Tuvimos que aprender entre muchas otras cosas a tener cintura política, porque aunque suene triste, ese es el juego perverso de este sistema mezquino.

Luego de Castelli vendría la fiscal Celia Cejas, ella junto al juez Gustavo Banco darían lugar a la segunda etapa de impunidad. En vez de investigar a la Policía por tu desaparición, nos investigarían a nosotros, las víctimas. Así fue como mi teléfono, junto con el de mi vieja y abuela serían pinchados. Durante un año y medio se metieron en nuestra privacidad, nos investigaron, nos criminalizaron, dejaron pasar el tiempo, 4 años en los cuales se intentó por sobre todas las cosas desgastar a tu familia. Nosotros sufrimos hasta el día de hoy la tortura psicológica de no saber la verdad, de no poder acceder a una justicia que investigue, castigue y al mismo tiempo nos libere de la incertidumbre de no saber dónde estás.

Castelli, Cejas y el juez Banco afrontarán un jury de enjuiciamiento por faltar a los deberes de funcionarios públicos y violar los derechos de tu familia como víctimas que en vida buscan justicia. Ellos junto a Scioli, Casal, Stornelli, Espinoza, Arcidiacono y toda la basura política son los responsables de muchos años de desidia e impunidad. Ellos son los responsables de que tu desaparición se consolide. Y si hoy Herrera, el mismo que dejó esas balas sobre su escritorio, tiene en su poder herramientas jurídicas que lo amparan para volver a trabajar en la fuerza, es por el nulo compromiso asumido por estos funcionarios.

Fecter, Sotelo, Monte, Vázquez, Márquez, Díaz, Herrera, Zeliz… Ellos saben la verdad. Ellos son los mismos que nos amenazaban cuando estábamos realmente solos, cuando la Justicia y la política se asociaban para silenciarnos. Ellos son los que adulteraron el libro de guardia del destacamento, los que se mantuvieron estacionados en el monte Dorrego durante varias horas la madrugada del 31 de enero de 2009, donde un perro detectaría tus restos. Ellos son los que manejaban el patrullero que salió de jurisdicción la madrugada que desapareciste. Ellos son los que lavaban un patrullero, también detectado por un perro que buscaba tus restos, en la cara de la fiscal Cejas, cuando debía hacerse una investigación judicial. Ellos son los que mintieron en su declaración. Estos delitos, junto a otros, son las pistas que fundamentan nuestra hipótesis de que ellos te desaparecieron.

Después de 4 años de impunidad logramos junto a los abogados sacar la causa de la Justicia provincial. Al federalizarse cambió la carátula; lo que antes era considerado una simple averiguación de paradero se transformaba a partir de marzo de 2013 en DESAPARICIÓN FORZADA DE PERSONA. Y si bien esto no es más que un título, el peso es grande, como grande será la mancha en la conciencia de muchos y muchas. Porque la presión de esta lucha va dejando en evidencia a aquellos que intentan ocultar, silenciar o deslegitimar, y tendrán que ubicarse de un lado o del otro, porque los derechos humanos se defienden o se violan, no hay puntos medios. Y para defenderlos, primero tenemos que dejar de ser simples soldados respondiendo a la voz de mando, para pasar a ser actores con memoria activa, crítica y humana; para dar lugar a las voces que quieren ser silenciadas, para sacar a la luz la verdad y de ese modo acceder a una real y total justicia. 

Por vos, Lu, por los 200 desaparecidos y los 4000 asesinados por las diferentes Fuerzas de Seguridad en democracia, gritamos fuerte: ¡NUNCA MÁS!

* Hermana de Luciano Arruga y de todos nosotros.

martes, 25 de marzo de 2014

Los años pasan, el dolor queda




Ayer, como espero que todos sepan, se cumplieron 38 años del último golpe militar. Como siempre, amerita una reflexión. Esta mañana me preguntaba cómo puede haber personas que digan que hay que dejar el pasado atrás y preocuparnos por ahora y el futuro. Como si el pasado no tuviera nada que ver en todo esto. Como si hubiéramos salido de un repollo. Esa gente no tiene corazón. Pensar y preocuparnos por lo que pasó no nos estanca, todo lo contrario, nos hace valorar y defender nuestro derecho a poder expresarnos sin ser secuestrados, nos hace responsabilizarnos de mantener y luchar por defender lo que nuestros compañeros desaparecidos hicieron para que hoy en día podamos tener una mejor sociedad. Y creo entonces que, considerando que ellos murieron y fueron torturados por algo tan básico (y tan importante) como defender la democracia y la libertad de expresión, que eran causas muy poco individualistas, es una falta de respeto a su memoria plantear tal imbecilidad. Yo les sugiero a tales personas que se tomen el tiempo de asistir a alguna audiencia por alguna de las causas de lesa humanidad (que son abiertas) a ver si después de escuchar los (doy fe de ello) desgarradores testimonios de los sobrevivientes pueden seguir diciendo eso. Les sugiero también que se tomen el tiempo de ir a la ex ESMA para poder ponerse un poquito en la piel de quienes fueron secuestrados y torturados allí. Además, por ejemplo, pueden aprovechar para ir al centro cultural de la memoria Haroldo Conti (que se encuentra en uno de los espacios de la ex ESMA) que suelen tener muestras muy interesantes. El año pasado vi allí un video que mostraba a familiares yendo a recuperar restos encontrados e identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense. Realmente era terrible la situación, verlos llorando y despidiendo a unos huesos. ¿Por qué lo digo? Porque me di cuenta de que a esas personas no sólo les habían robado a su hijo/tío/primo/etc. sino que, además, les quitaron la posibilidad de hacer su duelo. Y ahí comprendí a fondo la crueldad extrema de lo que hicieron esos genocidas hijos de mil putas, no sólo torturaron, mataron, y robaron a sus hijos, sino que tuvieron a familias enteras (y aún las tienen) con ese dolor en el corazón de aquel que no puede ni siquiera despedir a sus muertos, de aquel que ni siquiera puede terminar de confirmar lo que tanto teme. Porque si los mataban era terrible pero no era lo mismo que desaparecerlos, y eso bien lo sabían. Porque no era la misma incertidumbre, el mismo terror, ni el mismo dolor. Y encima hasta el día de hoy, 38 años después, siguen guardando el secreto de muchísimas cosas que hicieron. ¿Cómo podemos pedirle a esas personas que olviden? No, no está bien olvidar, hay que seguir exigiendo justicia, la justicia que se merecen todos nuestros compañeros y sus familias. Todavía falta muchísimo por hacer.
Pero ojo, lo que sí creo es que tampoco podemos hacer la vista gorda de todo lo que aún, desgraciadamente, sigue ocurriendo. Porque este 24 de marzo, nos encontró (como hace años) sin Luciano, sin Julio, sin Marita, y sin tantos más. Porque, aún hoy, como en ese momento, las fuerzas represivas se dan el lujo de secuestrar personas y desaparecerlas y, para lo que deberían estar, no lo hacen. Porque no hicieron nada para evitar la muerte de Kevin Molina, porque para defender las vidas de los pobres no hacen absolutamente nada. Cuando no los usan (como a Luciano), los dejan morir sin piedad. Porque no hay que perder de vista que estas fuerzas siguen siendo el brazo armado del Estado. Porque no podemos dejar de lado la responsabilidad de políticos y de la policía en el secuestro y tráfico de mujeres. Porque hoy, 38 años después de una dictadura brutal, siguen habiendo chicas secuestradas y martirizadas, y esto es intolerable.

Y por ellos, por nuestros muertos y desaparecidos en democracia, también hay que seguir exigiendo.

jueves, 6 de febrero de 2014

Por ahí un día las cosas cambien

Lunes a la mañana. Bien tempranito. Martín dice que ya debe estar empezando a bajar la gente para trabajar. A mi me gustaría quedarme un rato más acá en el rinconcito. Pero no, si no empezamos ya desde esta hora no llegamos a juntar para la comida. Todavía me acuerdo cuando iba al colegio, cuando tenía amigos y jugaba en el recreo. Parece que hubiera sido hace mil pero, en realidad, fueron un par de años nomás. Yo no sé si el gordo o el negro se acordarán de mí, si pensarán "¿en qué andará éste?". Lo que sí sé es que la gente que me ve en el subte a la noche ni un poquito piensa en mí. Pero yo sí pienso en todos. Martín dice que no sirve de nada, pero a mi me gusta imaginarme otras cosas. Me gusta pensar sobre todo en mi papá. En realidad de mi papá no me acuerdo, pero me imagino a Tito, el de la panadería, que siempre nos hace la segunda y nos tira alguna medialuna. A él lo pongo como mi papá en mis fantasías.

A veces voy por Plaza de Mayo, siempre ando por el centro, pero en la plaza no tanto. La gente cree que voy a punguear. Ya sé que tengo la pinta pero yo voy a sentarme y mirar. Miro la gente de traje, miro los extranjeros, miro las palomas y ahí pienso. Pienso que por ahí un día las cosas cambien.
Martín se da cuenta que me estoy yendo de nuevo y me da un bife, "a ver nene dale, dejate de delirarla que sino hoy no morfamos". Ahora viene el versito de siempre que me da pie y empiezo con lo único que se me da bien. Eso y aguantar el hambre y las horas. A mí me gusta concentrarme con las pelotitas, yo sé que nadie me está mirando de verdad, pero no me importa, no me importa que piensen que quiero unos mangos para el paco, ni que mis viejos me mandan a buscar la guita. Lo único que me importa es que no se me caiga ninguna. Pero ahí está, por más que me concentro siempre alguna se me va. Corro a buscarla, no quiero que se vaya abajo del asiento de alguien. Pero no, se fué para el pie de un pibe que está ahí parado donde termina el vagón.

No llegué a agacharme, el flaco la levantó, me miró a los ojos, me sonrió y me la dió. No pude decir mucho más que un gracias y devolverle la sonrisa . No sé en realidad qué se dice en un momento así. Yo igual sé que entendió.

Por ahí un día las cosas cambien.

viernes, 17 de enero de 2014

Tips para besar bien (o no tan mal)

Yo siempre pienso que besar aceptablemente no es una ciencia compleja, no obstante, ¿ a quién no le ha tocado cruzarse con algún engendro de esta práctica? Por eso, para producirle un bien a la humanidad, dejo algunos consejos sobre qué NO hacer. Si nos abstenemos de ciertos detallitos desagradables, sin mucho más esfuerzo podemos pasarla mejor todos.

Primero en principal, básico, entendámoslo, no es necesario lustrarle el esófago al otro. Si quiero una endoscopía voy al médico, no recurro a vos. Sería muy interesante minímamente poder respirar mientras nos besamos, más si va a ser por un rato. Además, por lo general, dicha situación genera que una tenga que abrir demasiado la boca, porque pareciera que el otro quiere meter su cabeza entera para poder llegar más profundo y eso, gente, es muy incómodo. No quisiera descolocarme la mandíbula por esto, no lo vale ni un beso con Keira Knightley. En contraposición tenemos al "lengua escasa", aquella persona que es muy del beso de labios, bueno, no la metas toda pero tampoco nada (queda medio porno la frase, ya lo sé), y tampoco sólo la puntita. También podría llamarse "lengua tímida".
En otro orden tenemos a las personas que creen que besar es comerle la cara al otro. No, lo que tiene que estar dentro de tu boca es mi lengua, no mi nariz. No es necesario que toda mi cara quede con tu olor a saliva. No sólo no es necesario, es desagradable.
Luego, hay algo que a mí me molesta bastante pero no sé si es cosa de todos: el ruidito constante. ¿Hace falta el chuick chuick permanente?¿No es posible besarnos en silencio? que se te escape uno cada tanto bueno, ¿pero todo el tiempo? Intolerancia mode on.
Por último, esta es una categoría que no tengo desarrollada porque o no me tocó o no lo recuerdo (por suerte), pero que me la comentó Mimí, "los buceadores de lengua", que en palabras de ella es como un "¿qué estás buscando?". Gente, la lengua está ahí, corta la bocha.

Bueno esto es lo que me viene a la cabeza hasta ahora. Como todo en la vida, se trata de los grises, ni muy muy, ni tan tan.

Seamos mejores personas, evitemos el secamiento.