martes, 25 de marzo de 2014

Los años pasan, el dolor queda




Ayer, como espero que todos sepan, se cumplieron 38 años del último golpe militar. Como siempre, amerita una reflexión. Esta mañana me preguntaba cómo puede haber personas que digan que hay que dejar el pasado atrás y preocuparnos por ahora y el futuro. Como si el pasado no tuviera nada que ver en todo esto. Como si hubiéramos salido de un repollo. Esa gente no tiene corazón. Pensar y preocuparnos por lo que pasó no nos estanca, todo lo contrario, nos hace valorar y defender nuestro derecho a poder expresarnos sin ser secuestrados, nos hace responsabilizarnos de mantener y luchar por defender lo que nuestros compañeros desaparecidos hicieron para que hoy en día podamos tener una mejor sociedad. Y creo entonces que, considerando que ellos murieron y fueron torturados por algo tan básico (y tan importante) como defender la democracia y la libertad de expresión, que eran causas muy poco individualistas, es una falta de respeto a su memoria plantear tal imbecilidad. Yo les sugiero a tales personas que se tomen el tiempo de asistir a alguna audiencia por alguna de las causas de lesa humanidad (que son abiertas) a ver si después de escuchar los (doy fe de ello) desgarradores testimonios de los sobrevivientes pueden seguir diciendo eso. Les sugiero también que se tomen el tiempo de ir a la ex ESMA para poder ponerse un poquito en la piel de quienes fueron secuestrados y torturados allí. Además, por ejemplo, pueden aprovechar para ir al centro cultural de la memoria Haroldo Conti (que se encuentra en uno de los espacios de la ex ESMA) que suelen tener muestras muy interesantes. El año pasado vi allí un video que mostraba a familiares yendo a recuperar restos encontrados e identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense. Realmente era terrible la situación, verlos llorando y despidiendo a unos huesos. ¿Por qué lo digo? Porque me di cuenta de que a esas personas no sólo les habían robado a su hijo/tío/primo/etc. sino que, además, les quitaron la posibilidad de hacer su duelo. Y ahí comprendí a fondo la crueldad extrema de lo que hicieron esos genocidas hijos de mil putas, no sólo torturaron, mataron, y robaron a sus hijos, sino que tuvieron a familias enteras (y aún las tienen) con ese dolor en el corazón de aquel que no puede ni siquiera despedir a sus muertos, de aquel que ni siquiera puede terminar de confirmar lo que tanto teme. Porque si los mataban era terrible pero no era lo mismo que desaparecerlos, y eso bien lo sabían. Porque no era la misma incertidumbre, el mismo terror, ni el mismo dolor. Y encima hasta el día de hoy, 38 años después, siguen guardando el secreto de muchísimas cosas que hicieron. ¿Cómo podemos pedirle a esas personas que olviden? No, no está bien olvidar, hay que seguir exigiendo justicia, la justicia que se merecen todos nuestros compañeros y sus familias. Todavía falta muchísimo por hacer.
Pero ojo, lo que sí creo es que tampoco podemos hacer la vista gorda de todo lo que aún, desgraciadamente, sigue ocurriendo. Porque este 24 de marzo, nos encontró (como hace años) sin Luciano, sin Julio, sin Marita, y sin tantos más. Porque, aún hoy, como en ese momento, las fuerzas represivas se dan el lujo de secuestrar personas y desaparecerlas y, para lo que deberían estar, no lo hacen. Porque no hicieron nada para evitar la muerte de Kevin Molina, porque para defender las vidas de los pobres no hacen absolutamente nada. Cuando no los usan (como a Luciano), los dejan morir sin piedad. Porque no hay que perder de vista que estas fuerzas siguen siendo el brazo armado del Estado. Porque no podemos dejar de lado la responsabilidad de políticos y de la policía en el secuestro y tráfico de mujeres. Porque hoy, 38 años después de una dictadura brutal, siguen habiendo chicas secuestradas y martirizadas, y esto es intolerable.

Y por ellos, por nuestros muertos y desaparecidos en democracia, también hay que seguir exigiendo.

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