martes, 1 de abril de 2014

Despacito, despacito

Hay que tener cuidado. Hay que tener cuidado porque, de repente, te podés mirar a vos mismo y darte cuenta que te convertiste en un derechoso, en un intento de facista del tercer mundo. Va pasando de a poco, es paulatino, como todo cambio. De a poquito, de a poquito, vas cambiando casi sin darte cuenta. Un día conseguiste un mejor laburo, nunca te faltó nada, no, pero tampoco te sobraba. Y ahora, de golpe, te sobra. Es fruto de tu trabajo, sí, eso nadie lo discute -porque hay otros que ni trabajan y les sobra, eso sí, porque tuvieron la gracia de nacer bien acomodados-, pero te sobra. Y como te sobra te comprás cosas lindas, que es todo tu derecho, te comprás cosas lindas y te encariñás. Y de repente te vas alejando, paso a paso, de aquel que eras, de aquel que recordaba la humildad, el que recordaba lo que es tener lo necesario y punto. Y a medida que pasa el tiempo te olvidás de esas ideas que tenías, de esas ideas de que en el fondo todos somos iguales, de que algunos tuvieron la mala suerte de nacer en un lugar desprovisto de oportunidades. Te olvidás de lo que te dolía ver a otros estigmatizados, porque ahora que sos un pibe educado sabés lo que quiere decir "estigmatizar". Y de a poco te va importando cada vez más lo que tenés y cada vez menos los demás. Te vas justificando con el saber popular de que todo lo que tenés lo merecés y si tenés lo que merecés, ¿no será que los pobres tienen lo que merecen? Tu círculo nuevo festeja tus ideas de la vieja escuela, y en su festejo encontrás tu reafirmación. Y ahí fue otro paso que diste. 
Ya pasaron años, años de lejanía con aquello que creías, aquello de comprender el contexto social. ¿Por qué no podés vivir tranquilo en tu linda casa y con tus lindas cosas? Rodeado de gente que te dio apoyo y cariño. ¿Por qué antes te obligabas a pensar en todos esos pibes que no tuvieron la contención que vos tuviste? Si no es tu responsabilidad. No, no es tu responsabilidad, es del Estado, porque vos sos un simple individuo, no sos el Estado. Y, como puede ponerte en un aprieto, elegís no pensar qué corno es el Estado.
Ahora ya tenés una posición consolidada, lejos de aquellos paisajes feos y sucios porque, ¿por qué tenés que contaminar tu vista con la suciedad ajena? Vos querés vivir bien. Hoy ya no te importa si es justo o no, tenés lo que tenés y las cosas son como son y para el que no funcionan, bueno, mala suerte. Si a vos no te regalaron nada, ¿porque tenés que regalarle con tus impuestos -no importa si casi toda tu vida el Estado te subsidió las tarifas- educación y salud a los que no tienen?¿Qué hicieron ellos a caso?¿A vos te regalaron algo?.
Y un día, un día te quieren tocar eso que para vos es tan preciado, tu billetera. Ah, no, todo tiene un límite. ¿TU BILLETERA?¿pero cómo se van a meter con algo tan tuyo? No, ya estás cansado de ver en la televisión asaltos, estás cansado de ver que entren por una puerta y salgan por otra. En otros tiempos tal vez te hubieras detenido a pensar que correspondería a las instituciones darte una respuesta y los mandatarios a quienes, en ese entonces -porque ahora ya casi que no te importa- habías elegido con la esperanza de que bregaran por una sociedad más equitativa, que de una vez y por todas se ocuparan del hambre y la pobreza, porque en ese entonces te dabas cuenta que esa era la única posibilidad para vivir tranquilo. Que todos vivieran con salud y educación. En ese momento hubieras pensado que correspondía reclamar a los representantes del voto popular que se ocuparan de mejorar las instituciones y los poderes, para que todo no fuera una joda. Porque en ese momento todavía recordabas, además de los robos, los abusos de poder, los secuestros por parte de las fuerzas de seguridad, y tantas otras cosas más. Pero hoy no, hoy pensás que no tiene sentido reclamar, que igual todo va a seguir así, y que ese que te tocó tu hermosa billetera mañana te puede robar la nueva que hayas adquirido, o robarle a tu hermana. Y entonces decidís hacer la única cosa que crees posible y que, además, crees que es tu derecho absoluto: matarlo a patadas.


Escribo esto con mucho dolor por los acontecimientos que ocurrieron estos días, con dolor por los ataques y por ver la justificación de gran parte de la sociedad. Con el dolor de ver que para algunos la vida no vale nada. Con el dolor de ver que la sociedad se disgregue. Está en nosotros mejorar esta sociedad, está en nosotros reclamar y denunciar, reclamar justicia y reclamar instituciones transparentes y al servicio del pueblo y no de la guita. Pero no está en nosotros, jamás, el dar cuenta de una vida, sea la de quien sea.