miércoles, 17 de junio de 2015

Los veintis y los treintis

Cuando uno se relaciona con gente muy diferente y de rangos etarios diversos puede poner en práctica las dotes de antropólogo que todos llevamos ahí dentro, escondidas. 
Con el correr de los años he podido verificar que existen notorias diferencias entre los veinteañeros y los treintañeros. Primera y fundamental aclaración: estamos siempre, siempre, refiriéndonos -principalmente en relación a los treintañeros- a seres con la madurez más o menos esperable a su edad. ¿Cómo definimos madurez esperable? Bueno, sencillamente fijándonos con los criterios que suele manejarse gran parte de la población a x edad, ese será el espectro de comportamiento promedio y luego habrá quienes oscilen hacia arriba o hacia abajo (el treintañero que se comporta como adolescente y el veinteañero que se comporta como cuarentón). 
Hete aquí lo que he podido ir desculando del asunto.

A los veintis sucede que uno se preocupa mucho más por cuestiones cuasi insignificantes, por no decir idiotas. Ejemplo: "me clavó un visto". Me refiero al típico lime de "le escribí hace media hora, lo leyó y todavía no me respondió". Porque estamos de acuerdo en que si tu novio/a, chico/a (detesto fuerte eso de reemplazar os y as y con @s o xs) leyó un mensaje tuyo y no te respondió en tres días, asumiendo que no haya tenido alguna clase de accidente, es, como mínimo, molesto. Pero el tema de frikear rápidamente en esos casos es poco frecuente en los treintis. Por otro lado, a los treintis todo es con menos vueltas (en general cuando me refiero a treintis estoy hablando de treintimedios o treintilargos, porque los treinticortos muchas veces se asemejan bastante a los veintis), las personas hacen un poco más lo que les pinta sin estar tan pendientes de qué señal mandará x acción. Pongamos por caso que un/a treintañero/a  tiene un ratito libre entre actividades y quiere pasar a saludar a la persona con la que muy recientemente se está viendo porque anda cerca de la casa. Un veinteañero (me aburrí de poner /a todo el tiempo) no lo haría porque "no da", léase: todavía es pronto y da muy de novio. El treintañero no lo piensa tanto, simplemente lo hace porque le dieron ganas y no implica que te está por pedir casamiento. Tampoco le dan tanta importancia a nimiedades del tipo "dejó el cepillo de dientes en mi casa". Esto lo pude comprobar hace poco. Me olvidé (de verdad fue así, porque me fue sugerido que lo hice adrede y me hice la sota, pero no, yo en estas cosas soy muy treintañera y si hubiera querido dejarlo, sencillamente le habría dicho "che, te dejo el cepillo porque total estoy viniendo seguido y me da paja andar con ésto de acá para allá") el cepillo de dientes en la casa de la persona que vengo frecuentando. Un veinteañero, seguramente, le hubiera dado bastante importancia, para bien o para mal. S., que tiene 35 años, sencillamente dijo: "¿te diste cuenta que te olvidaste el cepillo en casa?", pero eso sí, con un ligero tonito burlón del tipo: "seguramente te vas a querer morir". Además, veo poco probable que un treintañero salga corriendo por algo así, cosa que perfectamente podría suceder con un veinteañero.
Estas cuestiones tienen que ver con una diferencia fundamental entre ambos grupos etarios: cuando tenés veinte hay mucho tiempo por delante, a partir de los treinta te agarra la onda de la cuenta regresiva. Por esta razón, es común que un veinteañero pueda salir con alguien que le da más o menos lo mismo o que sepa que no pasará a mayores, total hay tiempo. Un treintañero no es probable que haga lo propio, a partir de cierta edad se profundiza el "boludeces no", si sale con alguien que no le copa mucho, no lo extenderá en el tiempo, pasará a otra cosa mariposa. Si lo sigue viendo (aunque nadie pueda profetizar lo que sucederá) será porque le interesó y tal vez pueda generarse algo más. Entonces, no va a salir corriendo asustado con cualquier idiotez porque, para este entonces, ya descubrió que las personas con las que uno pega onda y conecta no abundan, no las desperdiciará porque sí (cosa que a los veinte poca gente ha aprendido). 
En un orden menos significativo, tenemos el tipo de conversaciones. A los veintis las charlas con tus amigas sobre chongos son un poco más extensas que a los treinti, tipo "¿qué hicieron?, ¿dónde fueron?, ¿a qué se dedica?, ¿te gustó?,¿está bueno?" y a medida que van pasando los días te vas preguntando las novedades, "¿qué onda con S.?". A los treinti es más escueto, de la misma manera que a los veinti es más escueto lo que uno cuenta que en la adolescencia. Arriesgo una conversación potencial entre treintañeros: "¿todo bien?", "sí", "¿cogieron bien?", "sí". Fin del tema. Algo similar sucede con las etiquetas o categorías vinculares. A los veinti más o menos se sabe que existen las categorías "chongo", "chico" y "novio". Esto tiene que ver con una cuestión temporal y relacional. Por ejemplo, para que alguien califique como chongo tenés que verlo varias veces, pero además hablar algo por whatsapp. Después de unos meses, si la relación trasciende el sexo, es decir que no sólo te ves para coger, pasa a ser "tu chico" hasta que sea tu novio, cosa que ya todos sabemos cómo funciona. Pero además, a los veinti todavía está la cuestión de preguntar cuando querés avanzar a esa etapa vincular de noviazgo. Sin charla previa ninguno se referirá al otro como "novio/a". A los treinti la cosa cambia, todo eso de "chongo", "chico", caduca. Según una treinti informante la cosa va más así: "salí con alguien, me cae bien", "me gusta", "me encanta". Por supuesto, les parece medio ridículo eso de preguntarle al otro si quiere ser su novio, o algo así. 

Seguramente habrá más cosas pero por ahora tengo ésto. Hoy una amiga me dijo "cómo te gustan las viejas, eh". Y sí, lo arriba expuesto es la explicación de porqué sucede eso: menos vueltas, menos boludez y menos planteitos sin sentido. 

miércoles, 3 de junio de 2015

La otra vida

Hace unos días fui a cenar a un lugar de esos conchetísimos. De más está decir que yo ligué de arriba, porque me codeo con la gente con la que hay que codearse. Lógicamente, no es la "gente bien", porque ésa no querría codearse con esta torta lumpen. Concretamente pasa que tengo una amiga a la que la invitan a comer para que evalúe y como siempre son cenas para dos, a veces me toca garronear a mí. 
En esta oportunidad fuimos uno de esos lugares que son la representación del caretaje. Voy a reservarme el nombre para no ofender. La cuestión es que ni bien entrás es como acceder a un universo paralelo donde vive esa otra gente, esa que te cruzás poco, la gente linda. Antes de ingresar al bar/restorán (porque ni pienso poner restaurante) propiamente dicho, te recibe una señorita muy pipí cucú que te pide el abrigo para guardarlo. RARO. A mí, que te voy a cualquier tugurio, en la puta vida me pidieron el abrigo para guardar gratis en algún lugar. Ni hablar que yo iba con toda la pinta de pseudo chongo y tenía una camperita pulgosa con un buzo debajo. Sí, buzo. Lo mismo tuvieron que recibirme (muy a su pesar, seguramente) la vestimenta. Adentro por supuesto, todos los tipos con camisas entalladas, trajes, algunos tomando whisky, esas cosas. Las minas mucho vestido, por supuesto. Vi dos remeras, una correspondiente a un hombre que curtía onda patova y la otra, como no podía ser de otro modo, a un hipster. 
 Ya sentadas nos dispusimos a elegir primero los tragos y luego la cena. Los primeros andaban por los 150 pesos cada uno, ni quiero pensar lo que sería la comida -cosa que no sabemos porque no figuraban los precios-. Lo mejor fueron las bebidas, me tomé un trago bien emperifolladito que consistía en gin, té de jazmín, pomelo y menta. Muy rico. Como detalle, venía con uno de esos palitos que usan las orientales para atarse el rodete, que no tengo ni la más puta idea de cómo se llaman. 
Ahora bien, al menos en el menú que nos ofrecieron, de entrada había para elegir entre papas rústicas, una suerte de milhojas de papa con unas lonjas de salmón encima o langostinos. Deduzco que lo más interesante hubiera sido pedir los langostinos pero como yo no puedo pasarlos bajo ningún punto de vista, pedimos las papas y el milhojas. A ver, las papas rústicas son la cosa más básica de la existencia, ni siquiera hay que pelarlas. Lavás, cortás y pronto. De platos principales elegimos una brochette de lomo y la "pechuga lemon gin". La primera tiene lindo nombre pero no deja de ser lomo cortado en pedacitos, clavado en un palito, en este caso acompañado de panceta y ciruela. Bueno, a ver, no es la elaboración suprema precisamente. Lo segundo, que suena recontra bacán, consiste en una pechuga grillé (ah, porque claro, no vayan a pedir porciones abundantes porque queda mal, una pechuga, y así como suelen ser, o sea, pequeña) con una salsita que infiero tenía gin y limón, por su nombre. Como podrán apreciar, no era una cosa cuyo gusto resaltara increíblemente, estaba bien pero perfectamente es algo que puedo hacer yo en mi casa. Esto, acompañado de un puré. El quid de la cuestión, como era de esperarse, es la presentación. La pechuguita va arriba de la salsita  dispuesta de forma circular y el puré también con esa misma forma, armado con un molde. Todo esto vino con una canastita de papas rejilla. O sea, muy lindo el nombre pero básicamente lo que comí fue una pechuga grillé con puré que seguramente me le habrían cobrado como una langosta embebida en Johnie Walker blue label mezclado son sales del Mar Muerto. 
De postre comimos (eran las opciones posibles) helado y un postre de oreos. El helado era el mismo que podés comerte en cualquier parrilla y el postre estaba bien aunque bastante empalagoso. Ahora, estamos hablando de dulce de leche, helado de dulce de leche, crema y óreos. Postre cabeza, no jodamos, no es que me trajeron una crème bruleé. Eso sí en copita bien y todo eso. 
Concluyo entonces que la gente de guita es pelotuda y le cabe que le hagan el orto con cualquier cosa. Eso sí, a mí me sentó súper zarparles una cena gratis y que me hayan tenido que atender  cual si fuera la duquesa de Alba.

De vuelta a la realidad, salí y me fui a tomar el bondi para el que, además, tuve que caminar unas cuántas cuadras para evitar el abuso potencial que implicaban las paradas que estaban en las cercanías del nido de chetos- que no tienen esta clase de problemas.