jueves, 6 de febrero de 2014

Por ahí un día las cosas cambien

Lunes a la mañana. Bien tempranito. Martín dice que ya debe estar empezando a bajar la gente para trabajar. A mi me gustaría quedarme un rato más acá en el rinconcito. Pero no, si no empezamos ya desde esta hora no llegamos a juntar para la comida. Todavía me acuerdo cuando iba al colegio, cuando tenía amigos y jugaba en el recreo. Parece que hubiera sido hace mil pero, en realidad, fueron un par de años nomás. Yo no sé si el gordo o el negro se acordarán de mí, si pensarán "¿en qué andará éste?". Lo que sí sé es que la gente que me ve en el subte a la noche ni un poquito piensa en mí. Pero yo sí pienso en todos. Martín dice que no sirve de nada, pero a mi me gusta imaginarme otras cosas. Me gusta pensar sobre todo en mi papá. En realidad de mi papá no me acuerdo, pero me imagino a Tito, el de la panadería, que siempre nos hace la segunda y nos tira alguna medialuna. A él lo pongo como mi papá en mis fantasías.

A veces voy por Plaza de Mayo, siempre ando por el centro, pero en la plaza no tanto. La gente cree que voy a punguear. Ya sé que tengo la pinta pero yo voy a sentarme y mirar. Miro la gente de traje, miro los extranjeros, miro las palomas y ahí pienso. Pienso que por ahí un día las cosas cambien.
Martín se da cuenta que me estoy yendo de nuevo y me da un bife, "a ver nene dale, dejate de delirarla que sino hoy no morfamos". Ahora viene el versito de siempre que me da pie y empiezo con lo único que se me da bien. Eso y aguantar el hambre y las horas. A mí me gusta concentrarme con las pelotitas, yo sé que nadie me está mirando de verdad, pero no me importa, no me importa que piensen que quiero unos mangos para el paco, ni que mis viejos me mandan a buscar la guita. Lo único que me importa es que no se me caiga ninguna. Pero ahí está, por más que me concentro siempre alguna se me va. Corro a buscarla, no quiero que se vaya abajo del asiento de alguien. Pero no, se fué para el pie de un pibe que está ahí parado donde termina el vagón.

No llegué a agacharme, el flaco la levantó, me miró a los ojos, me sonrió y me la dió. No pude decir mucho más que un gracias y devolverle la sonrisa . No sé en realidad qué se dice en un momento así. Yo igual sé que entendió.

Por ahí un día las cosas cambien.