miércoles, 28 de julio de 2010

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Hay días en que te das cuenta que tu cerebro es tu peor compañía.

sábado, 24 de julio de 2010

Triángulo de las Bermudas

Aparecieron: un encendedor, un atado de cigarrillos entero que había perdido hace dos meses (ambos debajo de la cama)y una media que había perdido hace un mes.

¿El duende esconde cosas de mi casa se habrá asustado?

jueves, 22 de julio de 2010

Viaje de ida

Cuando menos lo esperás…

113. Flores-Belgrano, Avenida Avellaneda-Avenida Crámer. Un viernes tranquilo, sin muchos sobresaltos por suerte, después de unos días infernales. Hoy estaba tranquila. El domingo había sentido que se desmoronaba todo y ahora, por fin, sentía que todo iba a estar bien. Tutututun tun. El celular. Esperaba un “Mer”, un “Jules”, cualquier cosa, pero no un “Marto”. Sí, Marto. El mensaje del horror. Toda la semana había estado con una mezcla de miedo y esperanza de ver eso. Pero sabía que no, que no iba a pasar, después de todo, le había dicho que no le escribiera. Pero ahí estaba, Marto y su mensaje. Y qué mensaje…”no puedo estar tanto tiempo sin saber cómo estás”. Descajetador. No era un “¿cómo estás?”. No, “no puedo estar tanto tiempo…”. Basta. Ya lo había releído tres veces. Sí, decía eso. Miraba para todos lados buscando la respuesta, tratando de digerir lo que acababa de ver. Abrió y cerró el celular cinco veces. Contesto, no contesto, contesto ahora, contesto después. Abre, cierra, abre, cierra. Bueno, sí, contesto. No estaba enojada, tampoco triste. Sabía que él también la extrañaba. Probablemente tanto como ella a él, por eso entendía su mensaje. Pero también sabía lo que iba a generar eso. Ya se había acostumbrado a no saber de él constantemente y ahora iba a ser como empezar de cero. Sí, la veía venir. Justo cuando había llegado al punto que no tenía que controlarse, que simplemente no necesitaba mandarle mensajes…ésto. Y ahora, otra vez todo de nuevo. Mierda.
Ya resignada, abrió el celular y respondió.

jueves, 15 de julio de 2010

Anoche

Se despertó desconcertada. Se acordaba de la noche anterior, sí, pero sentía algo así como una culpa. Bueno, no estaba segura de que fuera culpa, su cerebro, su lado racional, decía que no tenía nada de malo. Después de todo, ¿qué podía tener de malo hacer lo que en ese momento había querido, qué tenía de malo por una vez haber seguido sus impulsos? Casi nunca hacía cosas del estilo, casi siempre dominaba esa sensación de “está mal”. Siempre pensaba, “esta puta moral cristiana que no me puedo sacar”. Y sí, por más que no quería, en el fondo estaba. Tan raro no era, desde chicos eso es lo que se nos enseña y lleva años desprenderse. Le daba bronca porque odiaba ser conservadora, por mínimo que fuera. Al final, ¿qué tenía que ver esa sensación con todo lo que ella creía? Si en el momento es lo que había querido ¿por qué esa maldita culpa al día siguiente? Le molestaba porque una cosa era no hacer algo porque no le resultaba y otra era no hacerlo para después no sentirse culpable quién sabe porqué. Ridículo, francamente ridículo.

La respiración al lado suyo indicaba que, de ese lado, no había preocupación alguna. No había culpa, no había remordimiento, nada. Sólo tranquilidad. ¿Por qué no podía ella ser así? ¿Por qué su cerebro estaba en un constante dale que dale, en idas y vueltas? ¿Por qué se le pasaba argumentando y contraargumentando consigo misma? O que primara la racionalidad y se dejara de sentir mal, o que su cerebro se callara. Pero no, las dos cosas. En realidad, tampoco la racionalidad le convenía, la noche anterior había seguido los impulsos más allá de lo que su razón decía y había resultado mejor. Se sentía rara, y encima agobiada por sus propios pensamientos. Hasta tenía miedo de despertarla. Estaba segura de que sus pensamientos se escuchaban, fácil, hasta la vereda. No, no, parecía muy tranquila, bah, muy dormida. Quién pudiera dormir así, ya ni se acordaba lo que era descansar de verdad. Si no era por esto, era por lo otro. Por h o por b siempre tenía problemas para dormir.
Igual mejoraba, digamos, la culpa evidentemente estaba, al menos por ahora. Pero en otro momento ni siquiera lo hubiera hecho. Su estructura no se lo hubiera permitido. Ahora de a poco podía, seguramente la próxima vez sería mejor, y la siguiente mejor, y así…sí, sí, estaba segura que ese era el camino. La decisión estaba tomada, si lo que venía haciendo no resultaba, entonces había que cambiar. Tampoco se iba a quedar estancada en una postura inútil, que no conducía a ningún lado. No, al menos para eso servía su cerebro.

Así de rápido se le fue la convicción y otra vez ¿me habré equivocado? ¿Tendría que haber pensado más? Ahora ya no era la moral la que hablaba, ahora era ella misma. Ella, y su miedo. Ella que se conocía y sabía que era peligroso. Ella que se conocía y tenía miedo de sí misma. De sí misma y de la situación. De la situación y de la realidad. Anoche todo había estado bien, pero ¿y ahora? ¿Ahora qué iba a pasar? ¿Qué iban a hacer? ¿Qué se iban a decir? Esto era un antes y un después. Ella creía estar bastante segura de poder reaccionar bien, de poder sobrellevar las cosas, pero cómo saber qué respuesta iba a encontrar del otro lado. Ahí estaba, casi había llegado el punto central de su extrañeza. Daba igual ya si al principio dudaba de lo reprochable o no que resultaría para los demás. Ahora estaba sólo su miedo, ella y su miedo. Un miedo cada vez más fuerte, casi quería gritar y salir corriendo. Y no aparecer nunca más. Evitar el no. ¿Cómo iba a soportar ahora un no? Sí, no había duda, ¿qué hacía hacía dos segundos dudando de cuál iba a ser la respuesta? Era evidente que iba a ser no. No podía ser de otra forma. Porqué ¿POR QUÉ no lo pensó mejor? ¿Por qué hizo lo que sabía que no tenía que hacer? ¿Por qué?

Sintió movimiento a su lado, se despertaba. SE DESPERTABA. Entraba en pánico, su corazón latía cada vez más rápido, estaba por estallar. Era inminente.

Ahora empezaba a escuchar su voz…
-Buen día, hermosa
Y así de rápido se olvidó de todo, las dudas, los miedos, la culpa. Todo se fue. Y de repente…la ansiada tranquilidad.

Una sonrisa se asomaba en su boca. Una sonrisa que hacía mucho no aparecía.