Cuando uno se relaciona con gente muy diferente y de rangos etarios diversos puede poner en práctica las dotes de antropólogo que todos llevamos ahí dentro, escondidas.
Con el correr de los años he podido verificar que existen notorias diferencias entre los veinteañeros y los treintañeros. Primera y fundamental aclaración: estamos siempre, siempre, refiriéndonos -principalmente en relación a los treintañeros- a seres con la madurez más o menos esperable a su edad. ¿Cómo definimos madurez esperable? Bueno, sencillamente fijándonos con los criterios que suele manejarse gran parte de la población a x edad, ese será el espectro de comportamiento promedio y luego habrá quienes oscilen hacia arriba o hacia abajo (el treintañero que se comporta como adolescente y el veinteañero que se comporta como cuarentón).
Hete aquí lo que he podido ir desculando del asunto.
A los veintis sucede que uno se preocupa mucho más por cuestiones cuasi insignificantes, por no decir idiotas. Ejemplo: "me clavó un visto". Me refiero al típico lime de "le escribí hace media hora, lo leyó y todavía no me respondió". Porque estamos de acuerdo en que si tu novio/a, chico/a (detesto fuerte eso de reemplazar os y as y con @s o xs) leyó un mensaje tuyo y no te respondió en tres días, asumiendo que no haya tenido alguna clase de accidente, es, como mínimo, molesto. Pero el tema de frikear rápidamente en esos casos es poco frecuente en los treintis. Por otro lado, a los treintis todo es con menos vueltas (en general cuando me refiero a treintis estoy hablando de treintimedios o treintilargos, porque los treinticortos muchas veces se asemejan bastante a los veintis), las personas hacen un poco más lo que les pinta sin estar tan pendientes de qué señal mandará x acción. Pongamos por caso que un/a treintañero/a tiene un ratito libre entre actividades y quiere pasar a saludar a la persona con la que muy recientemente se está viendo porque anda cerca de la casa. Un veinteañero (me aburrí de poner /a todo el tiempo) no lo haría porque "no da", léase: todavía es pronto y da muy de novio. El treintañero no lo piensa tanto, simplemente lo hace porque le dieron ganas y no implica que te está por pedir casamiento. Tampoco le dan tanta importancia a nimiedades del tipo "dejó el cepillo de dientes en mi casa". Esto lo pude comprobar hace poco. Me olvidé (de verdad fue así, porque me fue sugerido que lo hice adrede y me hice la sota, pero no, yo en estas cosas soy muy treintañera y si hubiera querido dejarlo, sencillamente le habría dicho "che, te dejo el cepillo porque total estoy viniendo seguido y me da paja andar con ésto de acá para allá") el cepillo de dientes en la casa de la persona que vengo frecuentando. Un veinteañero, seguramente, le hubiera dado bastante importancia, para bien o para mal. S., que tiene 35 años, sencillamente dijo: "¿te diste cuenta que te olvidaste el cepillo en casa?", pero eso sí, con un ligero tonito burlón del tipo: "seguramente te vas a querer morir". Además, veo poco probable que un treintañero salga corriendo por algo así, cosa que perfectamente podría suceder con un veinteañero.
Estas cuestiones tienen que ver con una diferencia fundamental entre ambos grupos etarios: cuando tenés veinte hay mucho tiempo por delante, a partir de los treinta te agarra la onda de la cuenta regresiva. Por esta razón, es común que un veinteañero pueda salir con alguien que le da más o menos lo mismo o que sepa que no pasará a mayores, total hay tiempo. Un treintañero no es probable que haga lo propio, a partir de cierta edad se profundiza el "boludeces no", si sale con alguien que no le copa mucho, no lo extenderá en el tiempo, pasará a otra cosa mariposa. Si lo sigue viendo (aunque nadie pueda profetizar lo que sucederá) será porque le interesó y tal vez pueda generarse algo más. Entonces, no va a salir corriendo asustado con cualquier idiotez porque, para este entonces, ya descubrió que las personas con las que uno pega onda y conecta no abundan, no las desperdiciará porque sí (cosa que a los veinte poca gente ha aprendido).
En un orden menos significativo, tenemos el tipo de conversaciones. A los veintis las charlas con tus amigas sobre chongos son un poco más extensas que a los treinti, tipo "¿qué hicieron?, ¿dónde fueron?, ¿a qué se dedica?, ¿te gustó?,¿está bueno?" y a medida que van pasando los días te vas preguntando las novedades, "¿qué onda con S.?". A los treinti es más escueto, de la misma manera que a los veinti es más escueto lo que uno cuenta que en la adolescencia. Arriesgo una conversación potencial entre treintañeros: "¿todo bien?", "sí", "¿cogieron bien?", "sí". Fin del tema. Algo similar sucede con las etiquetas o categorías vinculares. A los veinti más o menos se sabe que existen las categorías "chongo", "chico" y "novio". Esto tiene que ver con una cuestión temporal y relacional. Por ejemplo, para que alguien califique como chongo tenés que verlo varias veces, pero además hablar algo por whatsapp. Después de unos meses, si la relación trasciende el sexo, es decir que no sólo te ves para coger, pasa a ser "tu chico" hasta que sea tu novio, cosa que ya todos sabemos cómo funciona. Pero además, a los veinti todavía está la cuestión de preguntar cuando querés avanzar a esa etapa vincular de noviazgo. Sin charla previa ninguno se referirá al otro como "novio/a". A los treinti la cosa cambia, todo eso de "chongo", "chico", caduca. Según una treinti informante la cosa va más así: "salí con alguien, me cae bien", "me gusta", "me encanta". Por supuesto, les parece medio ridículo eso de preguntarle al otro si quiere ser su novio, o algo así.
Seguramente habrá más cosas pero por ahora tengo ésto. Hoy una amiga me dijo "cómo te gustan las viejas, eh". Y sí, lo arriba expuesto es la explicación de porqué sucede eso: menos vueltas, menos boludez y menos planteitos sin sentido.