lunes, 20 de julio de 2015

El flagelo del cliché


Si hay algo que odio es volverme un cliché absoluto. Eso es precisamente lo que me sucede cuando se avecina ese encantador momento en el ciclo menstrual femenino que hemos dado en llamar, para tratar de no horrorizar al prójimo masculino -que, como ya sabemos, muy a nuestro pesar, es quién establece qué es aceptable mencionar y qué no-, de "indisponerse". Esos maravillosos días previos me sucede el flagelo de querer bajarme treinta y trés paquetes de óreos, diez de chocolate águila, cuarenta y cinco alfajores (pueden ser pepitos o milka mousse, por ejemplo)...bueno, captan la idea. Básicamente te cuidás de comer mierda todo el mes para, en el lapso de tres días, bajarte un kiosco entero. Este mes decidí no andarme con chiquitas y directamente comprarme una caja de alfajores, para qué mentirnos. Además, cuando te agarra el momento de desesperación es alta patada tener que salir a comprarte algo, ni hablar si es de madrugada. Mejor tener reservas a mano, lo cual también es peligroso porque el tener que salir es un elemento disuasorio, ahora si tenés los alfajores ahí cerquita...pero bueno, al fin y al cabo una se lo merece. Pues bien, éste es sólo uno de los problemas. A la voracidad incontenible hay que sumarle una espantosa hipersensibilidad que nos lleva a pensar pelotudeces del tipo " ya no le gusto más ", " no me escribe hace media hora, ya no me quiere " o asuntos como llorar mirando Buscando a Nemo. Las posibilidades, lamentablemente, son infinitas y, básicamente, todas se reducen a que una pierde completamente el control de sí misma y se vuelve pura pulsión. Estos días, el superyó se toma vacaciones, la tolerancia un poco que también por lo que es muy probable alguna mandada a la mierda, pero te laburan a pleno y sin descanso las ganas de llorar y de comerte los carteles publicitarios de golosinas.
En definitiva, una hace todo lo posible por no caer en los estereotipos pero, ineludiblemente, te alcanzan, a lo que sólo resta asumirlo y decir: que se vaya a cagar la naturaleza. 

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