sábado, 14 de noviembre de 2009

Lu on the rails



Se vienen un par de posteos con mis pensamientos cuando viajo en tren.
Siempre empiezan con un "qué felicidad me da viajar en tren" -y por una vez en la vida, no es irónico-. El tren es algo que me da paz interior y además me hace sentir que estoy de vacaciones.
El pensamiento que me motivó hoy fue que mi personalidad está escindida. Obviamente está escindida en cuanto a varias cosas, pero en este caso lo pensé a raiz de algo puntual. Básicamente por lo general siento más arraigo por la cultura europea que la latinoamericana. En verdad, es lógico, dado que mi ascendencia es europea y que, además, vivo en una ciudad hipercosmopolita que tiene todo de afuera pero nada originario. Ese viene a ser el caso de la mayoría. Por ejemplo, cuando vemos el día de la tradición lo vemos desde afuera, como los extranjeros. ¿Cuántos porteños pueden decir que se sienten identificados con la cultura del gaucho? En mi caso, con esa cultura no me identifico nada, salvo porque amo andar a caballo, pero sí siento más arraigo con el norte. De hecho, cuando fui allá me sentí parte, me sentí feliz de vivir ciertas cosas con la gente de allí y sentí algo indescriptible al estar en lugares como Purmamarca escuchando, por ejemplo, el carnavalito. Y ese es mi dilema, sentirme a la vez ajena, a la vez parte. Creo que esa bipolaridad es rasgo de los países latinoamericanos, el legado que nos dejaron los conquistadores: nunca terminar de ser ni europeos ni latinoamericanos, ni primermundistas ni tercermundistas. Ser híbridos.

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