La modernidad estableció en las urbes sus zonas
claras de lo alto y lo bajo, de lo limpio y de lo sucio...[1]
Modernidad y globalización: la ciudad de la diferencia
Eso lo vemos a diario. Al salir a la calle y ver gente durmiendo en la vereda cabe preguntarnos si la tan mencionada globalización efectivamente es lo que se dice. En las ciudades latinoamericanas parece cada vez más claro que la tecnología que traspasa fronteras y supuestamente une los más recónditos lugares del mundo, en verdad no los une tanto. Los une pero los distancia, las brechas que ya existían se vuelven cada vez más grandes. Y ya no sólo entre los puntos opuestos del mundo, las brechas se abren entre personas que se encuentran una al lado de otra. Y creo que ésto no es mi opinión ni mi percepción únicamente. Vemos como la realidad, la heterogeneidad dentro de la homogeneidad, lo local dentro de lo global y la división se entrometen hasta en la literatura. La realidad y la ficción se entremezclan para hacernos ver la mentira que nos venden desde el discurso oficial. Ese pareciera el objetivo último, hacer creer al mundo entero la necesidad de la tecnología, del capitalismo "democrático" que permite la liberalización. ¿Democratización de los Estados, de la vida política? Es válido plantearse qué se entiende por democratización. Pienso en democracia como algo más que la libertad y el derecho de votar y elegir a nuestros "representantes", democracia debiera incluir igualdad de posibilidades, garantía de acceso a ciertos derechos básicos...todas cosas que se ven coartadas en las ciudades latinoamericanas.
El discurso ineludible
Al leer cuentos de escritores de América Latina noté una concordancia en sus temáticas -bastante negativas, por cierto-. Acto seguido, me di cuenta de que ésto era inevitable, por la naturaleza misma de, por ejemplo, nuestra ciudad. La multiplicidad de universos que chocan a diario ejerce una influencia ineludible para el escritor. ¿Cómo evitar que aquello que vemos día a día entre en nuestra escritura? Más que cómo evitarlo, ¿por qué evitarlo? Esas voces que quedan fuera de los discursos oficiales sobre una "cultura orgánica y homogénea" propia de la denominada "aldea global" son aquellas que hay que incluir en nuestros relatos. Es por esto que prefiero la noción de "conventillo global" aportada por Aníbal Ford, que da cuenta de la dependencia y marginación de América Latina, y a la vez de los distintos grupos que conviven. Esta es la síntesis de la realidad latinoamericana: diversidad, heterogeneidad, diferencia, contraste, choque...muchos términos podrían seguir surgiendo pero el punto es que son elementos que no pueden ser dejados de lado al recorrer literariamente la ciudad. La realidad entra con violencia en las páginas, y aunque parezca una visión negativa, de nada sirve pintar nubes rosas sobre un panorama un tanto opaco.
(...)la Argentina no es un país realmente integrado. Hoy, tiende más bien a desintegrarse, a diferenciarse.[2]
La ficción, un cuento, es un caso concreto, tal vez inventado por el autor, pero dentro de un universo perfectamente verosímil en todos sus aspectos. La distancia con la realidad en todo caso se percibe en las formas del discurso, en la separación de la temporalidad real. Pero la ficción no se encuentra en el cuadro que se muestra. Lo que se escribe es lo que se ve a diario pues sería fútil, vacío, evitar esta visión, por negativa que sea. La necesidad de dicha visión parte del hecho de que las ciudades de Latinoamérica sin estos elementos no serían ciudades de Latinoamérica.
La ciudad como ficción
Asimismo, es factible hacer la operación inversa: pensar la realidad como ficción, la ciudad como ficción. Salir a la calle y encontrar gente revolviendo la basura, viajar en tren y ver personas y más personas que piden o venden cosas para poder pasar el día es una escena que bien podría ser de ficción. Más ficcional aún es la naturalidad de esa situación. Gran parte de la gente ya no percibe lo irreal, lo surrealista de la imagen. Mientras unos van al trabajo en oficinas, otros trabajan juntando cartones y otros duermen en medio de la calle. Todo esto transcurre entre la más absoluta indiferencia. Nadie se percata de lo antinatural de lo que ocurre. Y entonces me pregunto: ¿cómo ser indiferente ante esa verdad que pega como un cachetazo en la cara? Es un cuadro con sentido histórico, pero sin sentido humano. En verdad, quisiera que fuera una ficción, quisiera que no fuera evidente la falta de retorno…pero el conformismo, el miedo, el contraste que genera rencores, todo aleja día a día a las personas, se dividen grupos y se excluyen mutuamente. Grupos divididos por diferencias étnicas y por diferencias socioeconómicas. El multiculturalismo se filtra por todos los rincones, por todas las esquinas, los pasajes, las avenidas, por todas las líneas de los libros. Se filtra en la mente del escritor, como una verdad que espera ser dicha a los gritos.
Esto es lo que me parece que se ve más claro en Asterix, el encargado y Lo maté sin querer. En ambos casos, se ven distintos mundos que conviven en una ciudad y en los dos cuentos está muy presente la naturaleza humilde de los personajes que determina justamente los vínculos que contraen y los grupos con los que se relacionan. Creo que son casos paradigmáticos del tema que estoy tratando.
En un momento estábamos cruzando por debajo de un puente del ferrocarril, y me pegué un susto que me dejó seco: a un paso nuestro, y devorado por la oscuridad, yacía un caballo muerto. (…)Llegamos a los terrenos donde el club San Lorenzo construyó su ciudad deportiva y, posteriormente, la cancha. Cruzarnos la avenida y tomamos una calle lateral, muy oscura. Parecía la entrada a una barriada muy precaria, con las casas a medio construir. Era el imperio del porlan. Se me vino a la mente un inodoro gris, hecho de qué material:, un inodoro raspador de nalgas. A nuestro alrededor crecía un laberinto de casas, con pasadizos pequeños que se abrían a izquierda y derecha. Cruzados por cables y sogas de lavar ropa. En unos tachos de basura de hierro, desperdigados al tuntún, algo se quemaba. Y esa era nuestra única iluminación. Es el barrio boliviano, me dijo Asterix, viendo que yo miraba intranquilo para todos lados. (Asterix, el encargado)
Una semana antes, dos vagos de una villa del Bajo Flores lo habían afanado y se tuvo que volver descalzo a su casa. (Lo maté sin querer)
Son escenarios típicos en una ciudad de América, claro que no son los frecuentes para toda la población, pero prácticamente cualquier habitante de la Ciudad de Buenos Aires conoce espacios similares y puede figurarse mentalmente la situación al instante. Se recorren lugares de la ciudad que ilustran la diferencia.
No evitar lo inevitable
La heterogeneidad, el choque de culturas, la diferencia, el multiculturalismo son elementos siempre presentes en nuestras ciudades así como lo es la desigualdad abismal que se abre camino a partir de la época neoliberal. La inclusión de estos temas en la ficción no debe verse como una visión apocalíptica de los autores por capricho propio sino como una realidad indisociable de nuestra cultura y que no tiene porqué evitarse sino que, más bien, lo interesante es poder dar cuenta de ella.
(…) aquél que no encuentra todo el universo encerrado en las calles de su ciudad, no encontrará una calle original en ninguna de las ciudades del mundo.[3]
[1] Rotker, Susana (2000): "Ciudades escritas por la violencia (A modo de introducción)". Ciudadanías del miedo, Caracas, Nueva Sociedad.
[2] Ford, Aníbal (1994): "De la aldea global al conventillo global". Navegaciones. Comunicación, cultura, crisis. Buenos Aires, Amorrortu.
[3] Arlt, Roberto (1958): Aguafuertes porteñas, Buenos Aires, Losada.
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