Todavía no se me pasa la tristeza por su muerte. Me pregunté en un momento porqué me pegó tanto. La respuesta es sencilla, creo. Sus cuentos para mí tienen un valor indescriptible, son un pilar de mi infancia. Los amaba, simplemente los amaba. Me acompañaban y me trasladaban a otro mundo, es decir, eso que hace maravillosamente la buena literatura. Creo que leí incontables veces ese libro espectacular que era "Queridos monstruos" y siempre me inquietaba y me dejaba con la misma sensación que la primera vez.
Pero la vida tiene eso, y es que las personas que admiramos no pueden estar para siempre, pero sí aquello que nos dejan, eso siempre podemos llevarlo con nosotros.
Hoy les comparto aquel cuento que fue censurado por la dictadura (y que le valió el pasar a ser una más de la lista de autores prohibidos) que, como todos sabemos, no sólo se ocupó de matar gente a diestra y siniestra, sino que, no contentos con eso, trataron de sepultar las cosas más hermosas que tenemos. Por suerte no lo consiguieron, y nadie lo conseguirá jamás.
Un elefante ocupa mucho espacio
Elsa Bornemann
Que un elefante ocupa mucho espacio lo sabemos todos. Pero que Víctor, un
elefante de circo, se decidió una vez a pensar "en elefante", esto es, a tener
una idea tan enorme como su cuerpo... ah... eso algunos no lo saben, y por
eso se los cuento:
Verano. Los domadores dormían en sus carromatos, alineados a un costado
de la gran carpa. Los animales velaban desconcertados. No era para menos:
cinco minutos antes el loro había volado de jaula en jaula comunicándoles la
inquietante noticia. El elefante había declarado huelga general y proponía
que ninguno actuara en la función del día siguiente.
- ¿Te has vuelto loco, Víctor? - le preguntó el león, asomando el hocico por
entre los barrotes de su jaula - ¿Cómo te atreves a ordenar algo semejante
sin haberme consultado? ¡El rey de los animales soy yo!
La risita del elefante se desparramó como papel picado en la oscuridad de la
noche:
- Ja. El rey de los animales es el hombre, compañero. Y sobre todo aquí, tan
lejos de nuestras selvas...
- ¿De qué te quejas, Víctor? - interrumpió un osito, gritando desde su
encierro - ¿No son acaso los hombres los que nos dan techo y comida?
- Tú has nacido bajo la lona del circo... - le contestó Víctor dulcemente - La
esposa del criador te crió con mamadera... Solamente conoces el país de los
hombres y no puedes entender, aún, la alegría de la libertad...
- ¿Se puede saber para qué hacemos huelga? - gruñó la foca, coleteando
nerviosa de aquí para allá.- ¡Al fin una buena pregunta! - exclamó Víctor, entusiasmado, y ahí nomás
les explicó a sus compañeros que ellos eran presos... que trabajaban para
que el dueño del circo se llenara los bolsillos de dinero... que eran obligados
a ejecutar ridículas pruebas para divertir a la gente... que se los forzaba a
imitar a los hombres... que no debían soportar más humillaciones y que
patatín y que patatán. (Y que patatín fue el consejo de hacer entender a los
hombres que los animales querían volver a ser libres... Y que patatán fue la
orden de huelga general...)
- Bah... Pamplinas... - se burló el león - ¿Cómo piensas comunicarte con los
hombres? ¿Acaso alguno de nosotros habla su idioma?
- Sí - aseguró Víctor - El loro será nuestro intérprete - y enroscando la
trompa en los barrotes de su jaula, los dobló sin dificultad y salió afuera.
Enseguida, abrió una tras otra las jaulas de sus compañeros.
Al rato, todos retozaban en los carromatos. ¡Hasta el león!
Los primeros rayos de sol picaban como abejas zumbadoras sobre las pieles
de los animales cuando el dueño del circo se desperezó ante la ventana de
su casa rodante. El calor parecía cortar el aire en infinidad de líneas
anaranjadas... (los animales nunca supieron si fue por eso que el dueño del
circo pidió socorro y después se desmayó, apenas pisó el césped...)
De inmediato, los domadores aparecieron en su auxilio:
- ¡Los animales están sueltos! - gritaron a coro, antes de correr en
busca de sus látigos.
- ¡Pues ahora los usarán para espantarnos las moscas! - les comunicó el
loro no bien los domadores los rodearon, dispuestos a encerrarlos
nuevamente.
- ¡Ya no vamos a trabajar en el circo! ¡Huelga general, decretada por
nuestro delegado, el elefante!- ¿Qué disparate es este? ¡A las jaulas!
Y los látigos silbadores ondularon amenazadoramente.
- ¡Ustedes a las jaulas! - gruñeron los orangutanes. Y allí mismo se
lanzaron sobre ellos y los encerraron. Pataleando furioso, el dueño del
circo fue el que más resistencia opuso. Por fin, también él miraba correr el
tiempo detrás de los barrotes.
La gente que esa tarde se aglomeró delante de las boleterías, las
encontró cerradas por grandes carteles que anunciaban: CIRCO TOMADO
POR LOS TRABAJADORES. HUELGA GENERAL DE ANIMALES.
Entretanto, Víctor y sus compañeros trataban de adiestrar a los hombres:
- ¡Caminen en cuatro patas y luego salten a través de estos aros de
fuego! ¡Mantengan el equilibrio apoyados sobre sus cabezas!
- ¡No usen las manos para comer! ¡Rebuznen! ¡Maúllen! ¡Ladren!
¡Rujan!
- ¡BASTA, POR FAVOR, BASTA! - gimió el dueño del circo al concluir su
vuelta número doscientos alrededor de la carpa, caminando sobre las
mano - ¡Nos damos por vencidos! ¿Qué quieren?
El loro carraspeó, tosió, tomó unos sorbitos de agua y pronunció entonces
el discurso que le había enseñado el elefante:
- ..Con que esto no, y eso tampoco, y aquello nunca más, y no es justo,
y que patatín y que patatán... porque... o nos envían de regreso a
nuestras selvas... o inauguramos el primer circo de hombres
animalizados, para diversión de todos los gatos y perros del
vecindario. He dicho.
Las cámaras de televisión transmitieron un espectáculo insólito aquel
fin de semana: en el aeropuerto, cada uno portando su
correspondiente pasaje en los dientes (o sujeto en el pico en el casodel loro), todos los animales se ubicaron en orden frente a la puerta de
embarque con destino al África.
Claro que el dueño del circo tuvo que contratar dos aviones: en uno
viajaron los tigres, el león, los orangutanes, la foca, el osito y el loro. El
otro fue totalmente utilizado por Víctor... porque todos sabemos que un
elefante ocupa mucho, mucho espacio...