-Ya decía yo que iba a pasar esto
-Si sabés no saques más el tema
Siempre lo mismo. La misma discusión, siempre. Esta vez en la plaza, la próxima en el colectivo, la vez pasada en casa. Siempre.
-Bueno es que tampoco se puede evitar. Al final cada vez que te digo algo saltás así.
-Y dale, qué manía. Siempre con las escenitas, y sabe como me irrita que todos me escuchen discutir.
- No entiendo porqué no me las querés dar.
- Ya te lo dije mil veces.
Si lo tengo que repetir una vez más me va a dar un patatús.
-No confiás en mí, reconocelo.
-¿Y qué tiene que ver? Vos porque radicalizás todo, ya sabés cómo soy.
Ahí está, me mira con cara de perrito mojado. Odio hacerlo sentir así. Pero...¿seré yo que me equivoco? Bueno no, ¿por qué siempre tengo que cambiar por los demás? Bueno a lo mejor no es para tanto y soy yo que hago historia.
-Bueno no sé, si tanto te importa te las doy.
-No, si va a ser un sacrificio no. A mi no me vengas con actos heroicos porque te doy lástima.
-No me dás lástima.
¿O si?
-Ni vos te la creés.
-Todo esto por semejante idiotez, te das cuenta Juan. Ni que lo valieran tanto.
-No es que lo valgan, es lo que significa. Nunca entendés nada.
Esa manía que tiene de hacerse el profundo. Como si yo fuera una insensible que no entiende la obra de un artista. Artista, artista del drama es éste. –¿La vas a cortar o vamos a seguir con la misma sanata de siempre?
-Sanata tu abuela, vos no te ponés ni un poco en mi lugar.
-Basta Juan, me voy. Si seguimos con la inercia me voy a enfermar.
Ya se que no es muy católico darme vuelta e irme así. Más después de tantas veces. Pero esta vez el frío dice una cosa, las hojas en el piso le dan la razón y las baldosas asienten. Esta vez sí, esta vez es definitivo.
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